DESQUITÁNDONOS

BREVE HISTORIA DEL AGUARDIENTE

El arte de destilar llegó a la cultura occidental de mano de la cultura árabe medieval a través de España. La historia del aguardiente se remonta muchos siglos atrás en Europa, donde se usaba como remedio y fue llamado “aqua vitae” pues se creía que prolongaba la vida. 

Su llegada a América se dio gracias a Cristóbal Colón, quien en sus primeros viajes trajo algunos vástagos de caña de azúcar para ser cosechados y con cuyos primeros cultivos comenzó a fabricarse el aguardiente. 

Con el fin de popularizar el aguardiente y quitar del camino a las bebidas autóctonas del país, como lo eran la chicha y el guarapo, el gobierno comenzó una campaña en contra de estas asegurando que enloquecían a la gente y enviando a la cárcel a quienes las comercializaran, un siglo más tarde el aguardiente se consumía mucho más que la tradicional chicha indígena, pasando a desplazarla. 

En el siglo XIX la tensión que se vivía en el país entre los partidos políticos llevaba a que las personas encontrarán en esta bebida espirituosa una medicina que los llenará de alegría, les quitará el estrés y las tristezas. En este tiempo los grados de alcohol del aguardiente oscilaban entre 35° y 40°, concentración que ha bajado en los últimos 20 años a un promedio de 28°.

El destilado de la caña de azúcar tuvo matices en el nuevo mundo, en Brasil se obtuvo cachaza, en el Caribe el licor fue el Ron y en el caso de nuestro país, se optó por perfumarla con anís estrellado, heredado de los árabes por intermedio de los peninsulares.

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